Andamos en estas fechas dando vueltas a las distintas posibilidades de formar un gobierno en el Estado Español. Los alegatos de las fuerzas sistémicas en relación a este tema son muy diversos, desde el “no a un gobierno con los extremistas de Podemos”, hasta “no a un gobierno sin los independentistas”, y, por ahora de una forma más tímida, “sí a un gobierno de los constitucionalistas, sin los independentistas”.
La evidencia compartida es que las Elecciones del 10-N no resolvieron nada a la clase dominante, y que, después de tantos meses, la situación es muy similar. Con algunos cambios, menores cuantitativamente, pero significativos en los cualitativo. Por un lado la caverna fascista ha salido fortalecida, cuyos votos se obtienen de la suma de los que vienen del franquismo sociológico que dejó la llamada Transición, con los que proceden de los sectores burgueses aterrorizados ante la posible pérdida de sus privilegiadas condiciones de vida, que siempre terminan recurriendo al fascismo. Por otro lado el nacionalismo catalán, y también el vasco, salen fortalecidos. Especialmente significativo el caso de Catalunya, que merece un párrafo aparte.
Las fuerzas políticas que en Catalunya están a favor de la celebración de un referéndum para decidir (autodeterminación) suman 2.188.796 votos, esto es, el 56,77% de los votos emitidos. Ese bloque consigue 30 de los 48 diputados que se eligen en ese territorio, y la representación de las fuerzas del más rancio españolismo constitucionalista (PP, Cs, Vox) obtiene tan solo un raquítico resultado de 6 plazas en el Parlamento (12,5%). El conflicto catalán se consolida.
Es posible que la combinación PSOE-Podemos, sumando determinados equilibrios, pueda formar gobierno. Pero ese gobierno, se puede afirmar hoy sin miedo a errar, no recuperará los 65.725 millones de euros del rescate (Zapatero-Rajoy), que el Banco de España da ya por perdidos. Ese gobierno tampoco derogará las contrarreformas laborales, a lo que más llegará será a paliar algunas aristas menores de la situación de explotación de la clase obrera, pero sin tocar lo esencial de esa situación. Ese gobierno no reducirá el parasitario gasto militar. Ese gobierno no cambiará la política internacional de España en relación al Sáhara, Palestina, Cuba, Venezuela, etc. Ese gobierno no …….
Imaginemos. ¿Qué haría un gobierno de los comunistas en España?
Medida primera, a modo de los decretos de la paz y de la tierra, lanzar un programa de emergencia social, para atender a la situación de pobreza extrema y falta de servicios básicos que hoy padece un buen porcentaje de la clase obrera de este país. Atención por igual al colectivo de personas migrantes. Reformulación de la situación de la mujer trabajadora en la estructura social, enfrentando toda estructura patriarcal. Nuevo modelo social en equilibrio con la naturaleza.
Medida segunda, nacionalización de la banca. No es tan difícil, véase como ejemplo el decreto del gobierno de Mariano Rajoy, el 9 de mayo de 2012, por el cual se nacionalizó el Banco Financiero y de Ahorros (BFA), matriz de Bankia. Pues igual, pero aplicado a entidades más solventes, las cuales se han apropiado de 1.400 euros por cada habitante de este país en el pasado rescate (es tan solo un ejemplo de su carácter parasitario). El Estado, controlando el crédito, podrá iniciar una nueva política económica para la mayoría social. Igualmente nacionalización de todos los sectores estratégicos de la producción y los servicios.
Medida tercera, salida de la UE y del euro, para recuperar la soberanía política y económica y, así, iniciar el proceso de construcción de la sociedad y la economía socialistas en este país.
Medida cuarta, proclamación de la república, salida de los Borbones y reconocimiento del libre derecho a la autodeterminación de los pueblos y naciones del Estado.
Medida quinta, salida de la OTAN, reducción del gasto militar e inicio de una política internacional sobre los principios del respeto mutuo y la solidaridad entre los pueblos. Depuración del ejército y de los cuerpos represivos.
Estas medidas estratégicas, a realizar en el corto plazo, serán posible a partir de la previa articulación de un bloque social de alianzas que dé soporte a tal proceso de cambios revolucionarios, cambios que en lo inmediato modificarán radicalmente las condiciones de vida de la gran mayoría social.
La cuestión central que se debe considerar es que, en el seno del capitalismo, se ha desarrollado ya la base material necesaria para el inicio de la construcción de la sociedad socialista. Que el altísimo desarrollo de las fuerzas productivas han entrado, desde hace tiempo, en radical contradicción con las relaciones de producción capitalistas, por lo que al capitalismo no le queda otra opción de resistencia que tratar de impedir/bloquear ese mayor desarrollo de las fuerzas productivas. Estamos ante las condiciones de la crisis revolucionaria, descritas por Carlos Marx en el Prólogo a la Contribución a la Crítica a la Economía Política, en el año 1857.
Es necesario articular el bloque social de las alianzas, el Frente Obrero y Popular por el Socialismo, que cambie las condiciones subjetivas, la conciencia, y que posibilite desarrollar esas alianzas sociales hacia una gran movilización de masas que cambie la correlación de fuerzas y lleve a la toma del poder a la clase obrera. La capacidad de conducción del Partido Comunista en ese amplísimo proceso de movilización social es determinante, y solo se resolverá en la práctica concreta.
Mientras no se aborde la intervención en la lucha de clases desde estas coordenadas, vuelta a la casilla de salida, y otra vez Elecciones, y otra vez alternancia entre socialdemocracia y liberalismo (incluido recurso al fascismo, tanto en un caso como en otro) para prolongar la fase agónica del capitalismo, donde la violencia y el incremento de una explotación brutal no cesarán. Gobiernen unos o gobiernen otros, siempre gobiernan los mismos.
Carmelo Suárez C.
Secretario General del PCPE